Hacer pareja es una de las cosas más difíciles que he conseguido en este camino como sexóloga. Me resulta paradójico, sorprendente, ver que individuos que se amaron por años, de pronto parecen unos perfectos desconocidos compartiendo cama y casa. La peor parte de esta realidad es que en el fondo, luego de largas conversas en mi consultorio, confiesan con ansiedad que sienten hasta odio y rabia por sus parejas. Uno se pregunta ¿Cómo ocurre esto?
Pensando, meditando, dándole vuelta a los casos, pienso que el analfabetismo de pareja al que hemos estado sometidos por décadas, está pasando la factura más fuerte de la historia. Conseguimos muchas páginas, cursos, talleres sobre cómo ser padres, cómo aumentar tu autoestima, cómo aprender mindfullness y otras tendencias más, pero raramente consigues adiestramientos reales sobre herramientas fidedignas que te sirvan en la construcción de la relación de pareja.
Las mujeres, socioculturalmente tenemos un chip de casarnos y ser felices para siempre, pero cuando cae la locha de que la rutina y el día a día no siempre es tan rosa y perfecto empiezan las diferencias o lo que los especialistas llaman «discordia de pareja», que entre otros factores se da, por la incapacidad de comunicarnos asertiva y amorosamente desde el amor y no desde el conflicto.
Sé que no es fácil, sobre todo cuando ya los problemas nos sobrepasaron hace rato y buscamos ayuda cuando ya tenemos semanas y meses saltando de conflicto en conflicto, con una relación desgatada y con ganas simplemente de huir.
Eso veo, gente cansada, parejas cansadas, atrincheradas por miedo u orgullo, que las heridas de gritos, peleas, infidelidades, hicieron que se bloquearan, cerraran sus pensamientos y sobre todo sus emociones y se desconectaron completamente de ellos mismos y por su puesto de su socio/a de vida.
El matrimonio, la pareja, es un acto de fe, en uno mismo y en ese negocio que hemos decidido emprender pero no concientizamos en cada una de nuestras células que, como cualquier negocio, si todos los socios no ponen sus mejores conocimientos, esfuerzos, ideas, creatividad, buen humor, resiliencia, el negocio no camina y eso, igual o peor, pasa con la pareja. Cuando hablo de estas cosas en los programas de televisión o en la consulta me miran como bicho raro, me escriben que estoy loca o que están agotados y eso es muy complicado. Jugar al desgaste es lo más macabro de nuestras mentes y crianza. Creer que las cosas se arreglan solas, que no se deben hablar los problemas, que con los días las cosas se olvidan, es la manera más fácil y rápida de cavar la tumba funesta de la muerte del amor y de la relación.
Cada cosa que ocurre que nos incomoda debemos hablarla. ¿Cómo? con tranquilidad, desde el amor y la empatía; ¿Cuándo? si en el momento estamos muy molestos entonces hay que enfriarnos y buscar el espacio apropiado. ¿Por qué? Esto lo haríamos con la convicción de que cada palabra, emoción o sentimiento que transmito puede destruir o edificar al otro y si es con mi pareja, se supone que el amor es lo que nos mueve. ¿Para qué? con el fin de solucionar los conflictos, las diferencias y fortalecernos después de la turbulencia.
Sé que muchos me podrían decir «eso de hablar lo he intentado mil veces y nada funciona». Inicialmente te preguntaría de qué forma te has comunicado, con qué frecuencia, en qué momentos y para cuáles conflictos. No es lo mismo negociar quién llevará los niños al colegio que, una infidelidad. En mi opinión muy particular, una infidelidad en una relación, lamentablemente lo más recurrente, no se arregla con unas palabras de «propósito de enmienda», se requiere hacer terapia, trabajo de análisis e introspección para saber las razones y causas de dicha falta y desde el «darse cuenta» evitar que vuelva a ocurrir. Yo soy de las que creo que las parejas después de una infidelidad pueden fortalecerse muchísimo siempre y cuando se haga este trabajo necesario de mejora personal y de pareja.
Cuando una pareja logra establecer acuerdos de comunicación asertiva y efectiva, confianza, respeto, empatía, trabajo en equipo y buena intimidad sexo-afectiva, ha conseguido la piedra filosofal. No es imposible, es cuestionar de quererlo y lograrlo, en pareja.
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Abrazos a todos