Sentado en una mesa con un vaso de agua y la mirada llena de recuerdos, vivencias y experiencias, Onai Hernández, de 52 años, explica cómo su vida fue transformada por la falta de estabilidad, figura paterna y los vicios. Esto lo llevó a vivir la vida al límite, permitiéndole ver la cruda realidad de la calle y cárceles venezolanas.
Desde muy temprana edad sintió la ausencia de una figura paterna, pues su padre vendió la casa y abandonó la familia dejándolos en la calle. Luego de mudarse de varias zonas de Caracas como el 23 de Enero y las Minas de Baruta en busca de un hogar estable, la madre de Onai encuentra a una pareja, quien pasa a ser su padrastro.
“Como mi padrastro bebía mucho con los amigos, llegaba borracho a las 2:00 am a la casa jalándome por los pies o el cabello para que fuera a comprar cervezas y cigarros”, comentó Onai. Además aseguró que su inicio en este mundo fue porque se fumaba y bebía todo lo dejado en el piso por su padrastro, “desde ahí comenzó todo”, confesó.
Durante su adolescencia en la Minas de Baruta conoció a un grupo de jóvenes, quienes lo introdujeron al consumo de marihuana y perico. Poco a poco Hernández iba pasando más tiempo en la calle, donde sumaria una nueva droga a su repertorio, la piedra. “Robaba lo que veía mal parao, si tu dejabas un teléfono cerca y no lo encontrabas, me preguntabas ¿Onai donde está lo mío?, a lo que respondía me lo fumé y después aguantaba la pela”, dijo entre risas.
En sus andanzas recibió siete disparos, uno de los cuales imnpactó en la nariz y le causó ceguera de un ojo; además fue apuñalado en diferentes partes del cuerpo y tres costillas resultaron dañadas permanentemente.
No obstante, las heridas no fueron solo físicas; también abandonó a su esposa e hijo. Comenzó una vida de calle que duraría 10 años, de los cuales uno lo pasaría debajo de un puente por miedo a que lo mataran. Duraba días sin bañarse y sin comer, su único objetivo era reunir dinero para consumir drogas hasta que el cuerpo aguantara.
Fue sentenciado a ocho años de prisión en la penitenciaría de El Rodeo, donde cumpliría dos años por labores realizadas y buena conducta. “Yo lo que hice fue ponerme a estudiar, ahí saque sexto grado, trabajé la artesanía y en un restaurante; además jugaba futbolito”, aseguró Onai.
Anteriormente Hernández había cumplido cinco años privado de libertad entre la “Comandancia General de Los Teques” y la cárcel de Los flores de Catia. Comentó referente a la última con una actitud de desprecio “ahí tenías que dormir parado, si te ganaba el sueño y le caías encima a un tipo podían caerte a puñaladas”
–Durante mi estadía en El Rodeo lo más impactante fue ver la muerte de una persona, observar cómo descuartizan a alguien y juegan futbol con su cabeza. A los que le hacen eso son violadores en su mayoría.
Luego de tres meses y medio en la cárcel recibe una visita inesperada. “Estaba en el patio y cuando veo a lo lejos noté que se acercaba mi mamá, me eché a llorar y ella también sobre mí. Le dije mamá no vengas más a este lugar, no quiero que estés aquí. Ella me respondió que tenía que verme” esa fue la única vez que mi madre me visitó.
La huelgas de hambre son difíciles, “podían ser indefinidas, durar 40 o 50 días. Ahí lo que te daban era azúcar porque si comes al terminar la huelga de hambre te dan chicharrón, te matan”. Asegura que lo peor de esto es ver a la gente con la boca cosida para no comer.
Gracias a su traslado a la iglesia Onai Hernández comienza un proceso muy lento de recuperación. En esta etapa lo ayuda el hecho de saber que si consumía drogas nuevamente sería asesinado por una amenaza del pran de la cárcel.
Luego de dos años de buen comportamiento salió en libertad pero la calle le causaba mucho miedo. “Me atemorizaba que mi familia me rechazara y yo no tenía a donde ir, no sabía a donde llegar. Mi rutina ya estaba dentro del penal”.
Para concluir, el hombre que alguna vez fue un indigente, drogadicto y expresidiario terminó su relato con una frase. “Instruye al niño en sus caminos y aún cuando fuese viejo nunca se apartara de él”. Proverbios 22,6.gf
Talento estudiantil
Entrevistas testimoniales realizadas por estudiantes de Comunicación Social para la cátedra Educación Sexual en el Periodismo, dictada por la Jenny Marques de la Universidad Católica Santa Rosa.
Elvis Bolívar / Kelvin Bolívar / Mariángel Martínez
Entrevista publicada en la versión impresa y digital del diario La Región: https://www.diariolaregion.net/2015/08/10/el-infierno-esta-en-la-tierra-y-es-la-carcel/